El Altar Mayor

La Piedra Sagrada de la Pulchra

Todo en la Pulchra es sagrada. Cada una de sus piedras fueron talladas para levantar un templo religioso consagrado en dos ocasiones (1303 y 1901). Y aunque las inclemencias, las restauraciones y la propia evolución litúrgica o cultural ha hecho mella en alguna de esas piedras, las ha cambiado de lugar o las ha hecho desaparecer, el Altar Mayor, con distintas formas y disposiciones, ha mantenido siempre el mismo significado. Les invitamos a conocer el simbolismo de la Piedra Sagrada de la Pulchra por excelencia, con la ayuda del Director de Culto de la Catedral, don José Sánchez González.

No hay referencias de la primitiva Capilla Mayor y del primer Altar que pudo tener la Pulchra hasta el S.XV, cuando el Cabildo encarga al maestro Nicolás Francés un gran retablo gótico que ocupó los cinco intercolumnios centrales del presbiterio. Y de ese original retablo gótico (de 18 grandes tablas policromadas y medio centenar de tablillas), sólo se han conservado las 5 tablas del actual retablo y otras 18 que fueron instaladas en el trono del Obispo, que fue diseñado por el arquitecto Juan Crisóstomo Torbado en el año 1906, trono que estuvo situado en uno de los laterales (el llamado “lado del Evangelio”) del Presbiterio hasta el año 1990. Por otra parte, a principios del siglo XX las cinco grandes tablas citadas que quedaban del retablo de Nicolás Francés, junto a otras de épocas posteriores, sirvieron para recomponer el actual retablo.

En el año 1740, las influencias barrocas y la fama que Narciso Tomé alcanzó con el llamado “Transparente” de la Catedral de Toledo forzaron al Cabildo leonés a contratar sus servicios para sustituir las tablas góticas (que se desmontaron y acabaron dispersas en distintos templos religiosos de León), por un nuevo retablo con multitud de escenas de tallas de madera policromada que, muy probablemente, incluiría un nuevo altar afín al estilo.

Años después, los arquitectos de la “Gran Restauración del S.XIX”, pensando que ese retablo barroco chocaba con la sencillez y pureza del templo, decidieron trasladarlo a la iglesia de San Francisco el Real de la ciudad de León (hoy atendido por los PP. Capuchinos de León), donde aún puede verse disperso por el templo (detrás del altar, en los laterales del presbiterio y en el coro alto). Del altar barroco de Tomé, se ha perdido cualquier referencia.

Para contar la Catedral con un altar apropiado al reabrirse ésta al culto en 1901, el arquitecto Juan Bautista Lázaro diseñó un nuevo Altar, integrado en el centro del retablo, con un doble tablero de mármol, sostenido por cuatro columnas y rodeado con decoración dorada. Sobre ese altar se situó el sagrario de plata de Manuel Rebollo (1826) y, a sus lados, las dos partes de la urna relicario de Enrique de Arfe (1519), que el maestro Suero de Argüello separó en 1570 y que volvieron a unirse en 1826, cuando los restos del Santo Patrono de León fueron trasladados a la urna de Candanedo y Neirá, que es la que actualmente vemos debajo del Altar.

Hacia 1966, tras el Concilio Vaticano II, el altar, de piedra y diseño sencillo, sobre columnas que imitan el arte gótico, se situó en el centro de Capilla Mayor, separado del retablo, para que pudieran desarrollarse las celebraciones religiosas “versus populum” (el sacerdote y la comunidad se colocan el uno frente al otro, expresando una sola dimensión de la Eucaristía).

A pesar de esa evolución, el significado del Altar Mayor de la Pulchra siempre ha respondido a las mismas significaciones teológicas y catequéticas, inalterables, desconocidas por muchos, que trascienden a los gustos arquitectónicos o litúrgicos. así lo explica el canónigo director de culto de la catedral, don José Sánchez González, en el reportaje completo que encontrará en la versión impresa del séptimo número de esta publicación.