Clave de Bóveda… Cofradera

Sentimientos infinitos, como las emociones. A tambor destemplado y palillera queda. Cortito y al pie… el sentimiento cofradero Legionensis.

‘Cosido’ al corazón de un pueblo que vive como pocos la “Semana de Diez Días”. Como si no tuviésemos aquí bastante con el calendario de Domingo a Domingo, como si no nos bastase aquí con bendecir las palmas y, sólo siete días después, colgarlas en balcones de padrinos para recibir el ansiado premio -¡seguro que sí!- del ‘chocolatero’ huevo de Pascua… la de Resurrección, la que nos protegerá -si Dios quiere… y a fe que no dejará de hacerlo- de todo un año a la espera… de volver a bendecir las palmas. ‘Casi’ no queda nada -casi nada- para volver a ‘echar a hombro’ el paso de nuestros amores, de volver a ‘repisar’ la almohadilla, de volver a rasear acompasado, de ‘rufar’ y ‘requintear’… de vivir, apasionadamente, la “Semana de Diez Días”.

Cortejos multicolores, distintas caras de un poliedro que cada cual interpreta -vive y disfruta- en su particular ‘clave de sol’… de luna, la primera llena de primavera, esa que marca, como el repique en la espadaña, duermevela de ilusiones… Caleidoscopio de emociones, como las vidrieras de La Pulchra, así es la Semana Santa leonesa.

Dibujada en pinceladas de tambores destemplados y clarines inmisericordes rasgando madrugadas; esbozada en pujas compartidas y raseos a ‘punteo’ de horqueta; perfilada en Lágrimas de Soledad; la ciudad apretujadina ayuntando procesiones, encuentros y negaciones… ¡tres, al canto del Gallo!

Vestida de mantilla y peineta, pies descalzos y zapatos de charol, impecable tableado azabache en túnicas que -días antes- abrieron arcones; de aroma a incienso… evocaciones redivivas.

Viejo Reino que arropa a una Pulchra de obligada pleitesía paponil y cofradera (Locus Apelationis en Martes de Perdón; pan bendito en cenáculo postrero, fuego y agua, vida eternamente renovada en Sábado de Esperanza…); duermevela de Jueves ‘barruntando’ madrugada de Viernes; cruz alzada y ciriales; Nazareno clamando al cielo… “de quien todo León anhela ser su Cireneo”… (E. V.), lo ha escrito una papona, y se cumple cada primavera, como los sueños que se hacen realidad cuando la retahíla de los ‘negros’ del Dulce Nombre, los de Santa Nonia, ponen a la ciudad en pie de procesión…

Cruz alzada y ciriales… Olivo meciéndose a la vera del jardín; Prendimiento dando presas las emociones junto a la celosía benedictina acariciada -casi- por el Látigo del sayón; lacerante Coronación y ‘balcón’ del Ecce Homo; equilibrio de Exaltación, Crucifixión y Agonía; Vero Icono y Silencio de Cristo despojado…; Sanjuanín encontrándose, un Viernes más -y van… cientos-, al amparo de los soportales, cuando, ya casi, se adivinen ‘peinetas Dolorosas’ por la empinada cuesta… majestuosa Ella… varales cantarines, Mater cobijada en blasonado palio, abarrotada la plaza, ‘apretujadina’ la ciudad… arropando a la procesión

Suena León a Nazareno
A Cruz del cielo…
A Plegaria en San Martín…
A horqueta en Santa Cruz…
A hombro de corazón morado, camina despacio, un Cristo moreno…
¡Suena León… a Nazareno!

A cortejo compartido, a ‘churrines’ con mistela, a escoltas impecablemente uniformadas -impoluto guante blanco… ‘custodiando’ las emociones-. Guardabrisas y faroles encendidos; banderas, banderines y almohadillas que cuentan, una y mil veces repisadas, cientos de historias de ‘puja’…
Suena León… a penitencias ofrecidas.

A tambor destemplado y palillera queda… la Legionensis -como La Pulchra– acogiéndose a procesión, a capillo y horqueta, ‘arimando’ el hombro… ilusiones infinitas.
¡Que sea enhorabuena!

 

– Javier Fernández Zardón –

Pregonero de la Semana Santa de León 2018