La Catedral Transparente

La catedral gótica ocupa la cima de León, “donde el aire peligra de belleza”, y en la fragilidad esconde el secreto de su atractivo.

Solemos

subir de la ciudad hombres cansados

a beber cada noche esta frescura

y a sentir en silencio las estrellas

 

Son versos de su vecino más ilustre, el poeta Antonio Gamoneda, que paladea y colecciona el fulgor de cada crepúsculo. La catedral ofrece al exterior la más pura imagen del gótico, una vez que las reformas del diecinueve la despojaron de añadidos barrocos. El entorno peatonal permite la contemplación de su silueta aérea y transparente. Porque la catedral  se abarca de una mirada, como avisó el viajero Unamuno. Luego, digerido el asombro, hay que pasearla con sosiego. Primero por fuera, sin perderse el espectáculo del ábside, “donde más hermosa se ve”, según el romántico Gil y Carrasco. Luego, disfrutando la labra minuciosa de sus portadas.

Ya en el interior, la sorpresa deriva de su despojada luminosidad. Las vidrieras seducen con su relato de luz y color. Es una estancia para el disfrute sereno, reposado sin prisas. Luego, el visitante puede demorarse en los tránsitos y capillas de la girola, en el claustro renacentista con su museo, en las picardías del coro o en los sepulcros labrados en sus muros, pero la magia de los vitrales encendidos de color se adueña del conjunto, mientras el visitante transita entre el deslumbramiento y los detalles. Son estaciones de un recorrido inolvidable. Mejor hacerlo sin pauta, cada cual a su aire.

– Ernesto Escapa –

Editor, crítico literario y periodista