El Coro de la Catedral de León (1)

Relato litúrgico de la joya de nogal leonés

El coro de un templo religioso es el lugar donde los sacerdotes rezan a diario las horas litúrgicas o canónicas. En la Pulchra, el espacio se levantó para tal fin reservado a los sacerdotes del cabildo catedralicio y, excepcionalmente, para situar junto a ellos a otras autoridades civiles o religiosas. Pero en la actualidad sólo se utiliza para actos extraordinarios con el objeto de preservar su estado ya que, el de León, es uno de los coros medievales más importantes de España por su antigüedad y por la belleza de sus tallas.

Diseñado en 1461 por el maestro Enrique, el coro comenzó a ejecutarse después de que el Cabildo encargara durante cinco años consecutivos recoger la madera de nogal necesaria en distintos bosques de León. Y necesitó otros catorce años para la talla y montaje definitivo de las piezas, obra de maestros como Juan de Malinas, Fadrique, Theodorico y Diego Copín.

Originalmente se situaba cerca del altar mayor (como en otras catedrales), pero a mitad del S. XVIII fue trasladado al lugar que ocupa hoy para acercar el culto a los feligreses. Junto al trascoro renacentista de alabastro de finales del s. XVI, forma un espectacular conjunto que abarca dos tramos de la Nave Mayor del templo próximos al Crucero que, en 2013, se completó con el nuevo y magnífico órgano de la catedral que se colocó sobre los costados laterales del coro.

En su bancada rectangular se distribuyen hasta 76 sillas en dos alturas; las del primer nivel (con tallas de personajes del Antiguo Testamento) se destinan a los beneficiados, racioneros, bachilleres y otros servidores del templo; y los del segundo nivel (con representaciones de apóstoles y santos), se reservan para los canónigos.

Como en otros coros, toda la sillería tiene asientos giratorios que liberan el espacio necesario para el acceso y permiten también a sus ocupantes estar de pie apoyándose en una discreta repisa situada debajo de los brazos llamada “paciencia” o “misericordia”.

Como explica don Máximo Gómez, director del Museo Catedralicio Diocesano de la Pulchra, “resulta fácil comprender la monumentalidad del coro catedralicio de León ya que en el año 1475 se contabilizaban 76 canónigos, y cada uno debía disponer de su correspondiente asiento para acudir a la catedral  a lo largo del día tantas veces como lo exigían las distintas  horas  canónicas: maitines, laudes, tercia, sexta, nona, vísperas y completas”.

En cuanto a su función catequética, el también responsable de Patrimonio de la diócesis recuerda que “como casi siempre, el mensaje de  la salvación impartido por el Arte cristiano iba dirigido a los oídos, pero también a los ojos y al resto de los sentidos al mismo tempo. Nada tiene de extraño, pues, que en sintonía con los rezos, los cantos, los sermones,  etc., se hallara presente la representación plástica del misterio o la imagen del santo en cuyo honor se celebraba el acto litúrgico. De ahí el impresionante desfile de los personajes tan bellamente esculpidos en esta sillería, tanto del Antiguo y Nuevo Testamentos, como de la vida de la Iglesia”.

Gómez Rascón resalta el hecho de que el coro de la Pulchra fue el primero en tierras de León y Castilla donde la estilística flamenca de la segunda mitad del siglo XV quedó engarzada magistralmente en las estructuras tardogóticas, libre ya de la órbita mudéjar.

En León, a la sillería del lado de la epístola (por la derecha, mirando al altar), se la conoce como Coro del Obispo y a la del lado del evangelio (por la izquierda), como Coro del Rey, ya que ambas autoridades tienen un asiento reservado en cada lateral de la bancada.  Y respecto al programa iconográfico de sus tallas, en el coro podemos encontrar dos líneas maestras, distintas y perfectamente diferenciadas; la de los temas religiosos y la de los temas profanos. Incluso la propia estructura del conjunto está concebida para delimitar los espacios de cada figura o escena, sin mezcla, sin confusión.

De manera resumida, don Máximo Gómez recuerda que “los temas religiosos ocupan las partes importantes, esto es, los tableros  que respaldan  a cada sitial: rectangulares los de la serie alta y cuadrados los de la baja; y otros más espectaculares como son los tallados de los testeros.  Responden a un programa orgánico, bíblico o acorde con el  santoral cristiano (prácticamente el mismo que está plasmado en las vidrieras altas), establecido por los propios capitulares para que nada pudiera inducir a la confusión o al error”.

“En realidad, el iter iconográfico básico lo marcaban la Santa Biblia y el credo de la fe. La selección de santoral cristiano facilitaba mayor margen de libertad, pues además del calendario universal, cada Iglesia particular o comunidad contaba con santos o titulares propios que se incorporan  a las sillerías posteriores al siglo XV”, añade.

Por la cantidad y detalle de las tallas, en la versión impresa descubrirá sus tallas religiosas, y dejaremos para una segunda entrega el análisis y la localización del conjunto de figuras paganas relacionados con la Creación, la fantasía, la historia, la vida social y los comportamientos morales de la época.